lunes, 28 de septiembre de 2009

Domingo Latrille, El fundador de Tocopilla

Don Domingo Latrille, por lo prodigioso de sus andanzas, por su fantástica capacidad de resistencia, por el coraje para enfrentar empresas y por la visionaria decisión de fundar nuestra ciudad-puerto, es sin dudas uno de los personajes legendarios del norte de Chile, al cual la historia tiene el deber de hacer justicia.
En plena juventud, mientras algunos de sus hermanos se trasladaron a Burdeos, él y su hermano Máximo decidieron viajar al nuevo mundo. Así, a los 23 años arribó a Valparaíso.
Cobija, aunque un punto remoto en el litoral norte, empezaba a mostrarse como la capital de un mundo de infinitas proyecciones. Y a ese mundo de novela incipiente convergieron los hombres de aventuras y empresas, entre los cuales se contó bien pronto a los Latrille.
Cobija era la puerta de entrada al inmenso despoblado, desierto fantasma de rigores extremos, territorio desolado y triste, sin agua, sin una hierba; reino fatídico de los espejismos y la muerte.
Sin embargo, el atractivo poderoso de sus derroteros y leyendas, embriagantes como el vino dulce, incitaba a los hombres tras sus misterios, realidades y ficciones. Y fueron centenares los que se enrolaron en la esquiva aventura de sus horizontes y lejanías.

Muchos triunfaron y se incorporaron a la historia regional y nacional con la aureola de auténticos pioneros. Otros murieron abrazados a sus soledades y arenales o fueron vencidos por la suerte y tras sucesivos fracasos y penurias regresaron derrotados y empobrecidos.
Los Latrille, con la esperanza y decisión de iluminados, atravesaron el desierto, en todas direcciones, desembarcaron en sus bahias y caletas, treparon a sus cerros costeños, luchando en condiciones adversas contra una naturaleza agresiva y violenta.
El desierto, huraño, fantasmal, alucinante, acunó a hombres de temple, temerarios y audaces que lo enfrentaron sin dobleces. Sin duda alguna, el dominio de este mundo de piedras, arenales, debió hacerse a golpes de coraje, audacia y perseverancia.
Don Domingo, con su sangre francesa inquieta y romántica inició sus históricas exploraciones en el Morro de Mejillones, logrando descubrir las primeras covaderas que entraron en funciones en 1841. Los depósitos de Angamos y orejas de mar, enrolaron a obreros chilenos y changos del lugar en tan sacrificadas labores. La tenacidad y empuje de empresarios y trabajadores dieron sus frutos cuando el velero inglés "Horsburg" embarca dos mil toneladas de guano para los mercados de Europa: pero más tarde la poderosa firma Myers, Bland and Co. que tenía el monopolio de la exploración del guano en el Perú, incorpora las covaderas de los Latrille a su patrimonio y don Domingo abandona Mejillones dispuesto a abrirse paso en las faenas de la mineria.
Don Domingo fue un hombre afortunado en sus descubrimientos. Recorriendo sin descanso caletas y cerros aledaños, ya en 1842, mantiene en funciones minas de cobre en Gatico, Punta Blanca y Duendes y la mina Tres puntas frente a Tocopilla.
Antes de la fundación oficial de nuestro puerto, las fundiciones de Caleta Duendes y las guaneras de Paquica, constituían la avanzada industrial que iba a determinar la necesidad de contar con un puerto organizado.
Domingo Latrille, a la cabeza de los industriales que laboraban entre Punta Blanca y Paquica, solicita al prefecto de Cobija, don Andrés Maria Torricos, la fundación oficial de un puerto que contara con el respaldo de las autoridades bolivianas para su desenvolvimiento.
El prefecto, conocedor profundo de los problemas limítrofes con Chile, estaba en condiciones de intuir que la fundación de otro puerto boliviano en el despoblado, sin duda alguna afianzaria la soberanía que Bolivia, sin títulos valederos pretendía ejercer en el desierto y costa norte de Chile. Por esta razón geopolítica acogió de inmediato la solicitud de los industriales y comisionó a don Mariano Benavides y al mismo promotor de la idea, para que procedieran a fundar el nuevo puerto, ceremonia oficial que se llevó a efecto el 29 de septiembre de 1843.
Mientras don Máximo regresaba a Burdeos, don Domingo, con un tesón inquebrantable seguiría enrolado a la aventura del norte grande hasta morir, años más tarde, en Guatacondo, Tarapacá.
Don Domingo Latrille, el auténtico descubridor del salitre en Antofagasta, recorrió palmo a palmo las pampas del Toco, con la esperanza de atrapar sus riquezas. Como era de esperar, por esas paradojas frecuentes del destino, terminó atrapado por el desierto, fascinado y enamorado de sus lejanías y soledades hasta su muerte.
El 26 de mayo de 1891, su fatigado corazón dejó de latir ante la congoja de un pueblo que supo aquilatar sus atributos de hombre de bien, sencillo, austero y bondadoso.
El Alcalde don Casimiro Busanich no pierde las esperanzas de recuperar sus restos para la ciudad de Tocopilla, ciudad puerto plasmada por un empuje, cariño y decisión. (1981)

Las Carretas en Tocopilla...

A Paso lento, pero seguro se vivia 80 años atrás, "Al pasito se anda lejos", es un adagio que aún está en boca de aquellos antiguos vecinos que crecieron observando los progresos que experimentaba Tocopilla al compás del tiempo cada vez más apresurado y vehemente.
Ellos vieron como las tropas de mulas primero, luego las carretas tranquilinas y lentas cruzaron nuestros caminos que no tenían de tales sino el nombre, ya que más se trataba de senderos que de otra cosa; y hasta Tocopilla tuvo hace unos cuarenta años atrás su linea de "Carros Urbanos", tirados gallardamente por por mulas que transportaban pintorescos pasajeros desde los comienzos de la calle 21 de Mayo, por allá en la esquina de Freire, hasta aquel balneario que se llamó el Castillo de Guzmán, ubicado donde actualmente se levantan los estanques de petróleo de la Chile Exploration Co.
Y la movilización se hacía entonces nada más que a lomo de mula o en carretas, y recién allá por 1914 la característica tranquilidad tocopillana se vio turbada por el rugir de unos enormes carros motorizados que dejaban tras de si una espesa humareda de color violento y sofocante. Eran los primeros camiones que, procedentes de Chuquicamata, que se hallaba en plena construcción. Llegaban hasta Tocopilla, donde a su vez se levantaba la gigantesca planta eléctrica que habría de proporcionar la energía vital para uno de los minerales de cobre más grande del mundo.
De Paris a Cobija: Al decir que entonces toda la movilización se hacía en esa forma lenta, tambien involucramos lo relacionado con el correo. La correspondencia se movilizaba entonces casi la mayor parte por vía marítima, principalmente por medio de aquellos airosos veleros que surcaban los mares y que en cada puerto formaban un bosque de mástiles.
Ochenta años atrás, Cobija era uno de los puertos principales de esta parte de América, pues constituía el punto de enlace con La Paz y otras ciudades importantes de Bolivia.
Un amigo nuestro, quizás por arte de que magia, obtuvo una carta que llegó desde París a Cobija, dirigida a los hermanos Artola y que por su antiguedad, bien podria considerarse como una verdadera pieza de museo. En efecto está fechada en la Ciudad Luz el 15 de Abril de 1868, y según el sello de Correos de la Oficina Postal de Saint Lazare, salió ese mismo dia con destino a Londres, donde llegó al dia siguiente, 16 de Abril. Luego de las operaciones de despacho en la capital del Támesis, emprendió viaje hacia Panamá, donde fué recibida el 9 de Mayo. Total 48 dias de viaje.
Al relacionar estos detalles, confirmados en forma fidedigna por los sellos postales que aún se conservan nítidamente, queremos destacar nuevamente el hecho de que nadie vivia en forma apresurada.
El remitente de esta antiquísima carta era un señor V. Marcó del Pont, residente en el No.35 de la Rue de Saint Georges, París, cuyo membrete está estampado sobre-relieves en una finísima hoja de papel de hilo.
Hemos visto muchas veces como antiguos vecinos miran indiferentemente el paso veloz de un moderno automóvil o camión a 70 o más Km/hora cruzar las rutas actuales, mientras que sus ojos se agrandan evocativamente al pasar una vieja y destartalada carreta tirada por un par de famélicas mulas o pacientes burritos. Es que, talvez, recuerdan aquellos años ya lejanos cuando todos los caminos de Chile no conocian sino el paso tardo, pero seguro, de las piaras, mulares que tiraban las carretas cargadas de mercancias y materiales. Y a propósito de materiales, también hemos escuchado admirados comentarios de ingenieros y técnicos que elogian la eficiencia de aquellos antecesores suyos que lograron transportar hasta los más escarpados picachos de nuestras montañas, enormes piezas de maquinarias que dieron vida a innumerables centros mineros, sin otros medios de movilización que el lomo de las mulas y burros y los músculos acerados de recios obreros chilenos y bolivianos que se internaban en las entrañas de los cerros buscando el codiciado mineral de cobre, oro o plata.
Así a paso lento, pero seguro, se vivia ochenta años atrás. Nadie se apresuraba para nada y hasta la vida misma parece que se prolongaba más apacible y amable que ahora. Nadie ignora que nuestros abuelos vivieron hasta casi los 100 años de edad, y que a los setenta u ochenta, aún se conservaban sanos y vigorosos.
Y ahora , aquellos viejos vecinos que son parte de la Historia de Tocopilla, se sienten satisfechos de haber vivido asi, seguros de que ... "Al pasito se anda lejos..." (1948)

Detalle de la foto: "Esta fue una de las carretas -Según informaciones fidedignas que nos fueron proporcionadas- que hacían el servicio de transporte entre Chuquicamata y Tocopilla, cuando el vecino mineral estaba en plena construcción y lo propio ocurría con la planta eléctrica que se levanta imponente en la parte sur-oeste de nuestra ciudad. Poco después de 1914, esta movilización de materiales y mercaderías se hizo por medio de camiones.
Puede observarse que cada carreta era tirada por seis mulas y que en la misma se llevaba pasto y agua para el viaje que duraba varios dias. La foto fué tomada en la esquina de calle Prat con Baquedano, donde, según puede verse nítidamente existía la tienda La Paloma, y donde actualmente está instalada la bodega Lautaro."

El Kynance, un viejo navio queda encallado en los roquerios cerca de Tocopilla

En la fotografía se aprecia claramente como quedó encallado en los roquerios de Punta Blanca el navio Kynance, que traia abastecimientos para distintos locales comerciales que existían en la ciudad en ese entonces (1909)... Hace poco más de 60 años (*) en la noche del 14 al 15 de octubre de 1909, encalló este velero en Punta Blanca, que finalmente fue destruido por el mar. En ese pintoresco paraje frente al Balneario aún se conservan los restos de la cuaderna, prácticamente incrustadas en los bajíos, desde 1909 los restos del velero han impresionado e intrigado a cuantos turistas y veraneantes llegan hasta estos hermosos parajes. (1972)
Más información acerca del Kynance