Gatico fué un enclave de importancia que fue tomando estatura desde
el siglo pasado, como consecuencia de la v
isión y empuje del
pionero español,
José María Artola.La grandeza de este puerto fué simbolizada en 1914, año en que
Thomas Peddar, uno de los
más activos gerentes que estuvieron a cargo de la empresa, construyó el fabuloso
"chalet" de la Administración que se mantiene, enhiesta, a pesar del abandono en que se encontró durante varios años, y del
deterioro que ha venido sufriendo
por irresponsables,
empeñados en destruir los valiosos monumentos del hombre levantados en titánica lucha contra el desierto. Este edificio, semejante a un
hermoso castillo, resume dignamente el pasado lleno de colorido del
puerto de Gatico y lo proyectan desde la distancia como un símbolo de esplendor
que no debe morir.
En su época, el puerto
contaba con alumbrado eléctrico, cuyos generadores, pertenecientes a la Compañía, entregaban corriente a bajo costo para las calles de la población y domicilios particulares. El pueblo de Gatico había venido creciendo apresuradamente desde principios de siglo, al mismo tiempo que
el antiguo puerto de Cobija estaba en agonía y su
decreto de muerte fue el traslado hacia la nueva sede comunal de su Municipalidad, escuela, comercio y otras actividades.
El movimiento del puerto era regularmente activo con la presencia de vapores de la
Compañia Sud Americana que hacían su servicio de cabotaje cada 15 dias, pero a veces demoraban sólo un poco más de una semana en regresar a su rada. Los barcos nacionales de itinerario eran, entre otros,
el Cachapoal, el Mapocho y el Maipo. También llegaban barcos de carga de otras banderas a embarcar el cobre de sus
fundiciones y de sus ricas minas, entre las cuales la "
Toldo" fué la más importante.
Los vapores que venían del sur recogían anclas a las 10 de la mañana en
Antofagasta, para fondear en Gatico a las 8:30 del dia siguiente, después de
veinte horas y media de navegación.
Desde los barcos, el puerto causaba
una pobre impresión, salvo el chalet, ya que el resto de la edificación en general, era baja y se confundía con el gris terroso de los cerros, aunque ya ese ego habían empezado a aparecer algunas
casas pintadas de blanco con carburo.
Embarcaciones menores
mantenían las comunicaciones y embarques con
Tocopilla,
Antofagasta y los puertos carboneros del sur. El más característico era el
paquebote "Gatico" que a veces llevaba a remolque algunas
lanchas maulinas con las que volvía cargado de carbón, maderas y mercancías para abastecer las necesidades del puerto. Este pequeño transporte era
una embarcación vieja y en mal estado, que también transportaba correspondencia y pasajeros demorando
cinco horas entre Tocopilla y Gatico, pero con mar gruesa
no se atrevía a navegar.
Las fundiciones de Gatico estaban comunicadas con el muelle de la compañía a través de un ferrocarril para el transporte de carga y materiales. Estos establecimientos industriales, con sus
altas chimeneas, constituían uno de los
aspectos más característicos del puerto. Desde la
"Toldo" ubicada en
una quebrada a
tres kilómetros del emplazamiento, bajaba
un andarivel por cuyos cables eran transportados los minerales en carros metálicos hasta la fundición, que contaba con
hornos de reverbero y
de soplete. Como se ha dicho, el establecimiento estaba comunicado con el muelle y en el ferrocarril se enviaba
cobre fundido, ejes, minerales en bruto y se traían materiales y mercaderias que llegaban por
vía marítima.
En octubre de 1917 la Compañía había trasladado
a Valparaíso a Thomas Peddar, administrador que construyó el chalet de la empresa y había nombrado en su reemplazo a
Soza Bruna, que se desempeñaba como
administrador de Huanillos, adquiriendo también las propiedades que constituían el activo de la
Phoenix Mining Company de
Tocopilla, entre las cuales figuraba un muelle y las oficinas que poseía en nuestro puerto.
La
Avenida Artola tenía una
vereda pavimentada que servía de acceso público y un kiosco levantado frente al
Correo donde se realizaban los actos cívicos y las concentraciones políticas.
Esta arteria tan importante en esos años se confunde ahora con la
huella caminera de
Tocopilla a Antofagasta.
La Botica tenía un amplio surtido de medicinas, específicos perfumes. Ahí podían adquirirse, entre otros productos, alimentos para niños y enfermos,
fosfatina,
allembury,
fospharina,
oxígeno medicinal, comprimidos de
sigmarol,
aspirinas Bayer, comprimidos de
oxycianuro de Guillaumín, comprimidos de
agarace contra la estitiqués,
pastillas de Tom y
Valda para la tos,
urodonal,
reurosine Prunier,
hemoneurol,
sal de Calabard,
jarabes Ner Vita, el famoso
Sergol para engordar,
pupilol para la vista,
píldoras de Witt's, etc.
Vivían en
calle 21 de mayo Juan Gardaix Rojas, que habitaba en el N°30 y el comerciante Juan Araya Diaz en el N°40. Otras personas domiciliadas en esta misma calle eran los empleados Fernando Aguirre, Armando Encalada, Manuel Guajardo Monárdez y Atilio Castro Arriagada, los mecánicos Pedro Morales y José Aguilar; los panaderos Lorenzo Francis Balbontín Tapia; los lancheros Alberto Ojeda Marín, Moisés López, Alberto Zepeda; el minero Miguel González Peña; carpintero Juan Poblete Núñez y el barretero Carlos Caldera Escobedo.
Después, siguiendo hacia el norte, entre
las calles de la Municipalidad y de
Huanillos (que se llamó 6 de Agosto) en la explanada junto al mar continuaba el
complejo industrial de construcciones de la compañía entre las que destacaban los
hornos de soplete,
cuyas altas chimeneas indicaban la importancia que tenían las fundiciones. Existían también canchas de minerales, bodegas, garita, línea de ferrocarril, cañerías, etc. En la primera manzana, subiendo de la costa hacia el cerro y mirando hacia la
Avenida Artola se encontraban el
Cuartel de la Policía a cargo de Carlos Honorato y los
elevados estanques del agua cuyas bases de madera
todavía se encuentran en pie. (Resumen: Historia de Tocopilla)